Una de las películas más sangrientas y de bajo perfil que ha
habido en el mundo del cine es, sin duda, Braindead o Dead Alive. Qué manera de
exponer una historia con tanto humor negro, al presentar una trama, que en vez
de asustar, nos da risa. Lo digo porque, nos muestran una situación tan
dramática, como la de un hombre que vive con su madre, la cual, tras una
mordida de un “mono rata” en un zoológico, se convierte en zombie. Este
espécimen, como cuenta la película, es traído de Sumatra, y su origen, esta en
la retorcida historia de la supuesta relación que hubo alguna vez entre un
ratón y un mono.
Lionel (Timothy Balme), el
hijo de la pobre señora que se enferma y se va convirtiendo paulatinamente en
una muerta viviente, no haya una mejor manera de llevar el problema que
ocultando a su madre, y a quienes ha contagiado, en el sótano de su casa. Porque
no solo se vio afectada la madre del protagonista, sino que también una
enfermera que la fue a atender a la casa, un sacerdote y unos muchachos que se
enfrentaron a Lionel, mientras éste trataba de sacar a su madre del cementerio.
Pero el filme no se centra
solo en la preocupación de Lionel por su madre enferma y el resto de zombies
que ha escondido en el sótano, porque también surge otro interés en él, Paquita
(Diana Peñalver), vendedora de una tienda, de la cual se enamora e invita a ir
al zoológico de la ciudad, donde la madre de Lionel es mordida por el “mono
rata”, mientras observaba a la pareja, ya que cuidaba de sobremanera a su hijo.
Uno podría pensar que Peter
Jackson exageró al hacer esta película, por lo brutalmente explícita y grosera
que puede parecer al espectador, donde las vísceras tienen vida propia, en la
cual se ve a una persona fragmentándose y comiéndose a si misma, al ingerir
estas partes, y otros sucesos típicos del género gore. Pero, finalmente, uno
termina, de alguna forma, agradeciéndole a Jackson por cambiar nuestra
perspectiva de lo que es comedia, al hacernos disfrutar de un filme grotesco y
divertido a la vez. Acaso no nos entretiene ver a un hombre sacar a pasear a un
“bebé” al parque, como si fuese cualquier otro niño (siendo este pequeño hijo
de 2 zombies), y luchando contra él, delante de toda la gente que estaba
presente en el parque, en familia, porque en cualquier momento podía morder o
comerse a Lionel. Estamos hablando de un bebé, pero no un simple querubín, sino
que de un monstruo, víctima de la pandemia provocada por el mencionado mono
rata.
Y como la suerte no
acompañaba a Lionel, Less, un tío del desdichado muchacho, decidió hacer una
fiesta en la casa de la madre de Lionel, quien, tras enterarse de lo que estaba
pasando con los muertos vivientes, amenaza de revelar lo que sucedía en el
sótano con los zombies, a cambio de recibir el testamento de la mamá.
Lo catastrófico de esto
sería el aumento de personas contagiadas con el virus, ya que, los
tranquilizantes que le administraba Lionel a sus huéspedes, en vez de
tranquilizarlos, los ponía más hiperactivos y poderosos. Fue tan así, que lograron
escapar del sótano y contagiar a los invitados de la fiesta. Y de esta manera
fue como se propagaron los zombies por toda la casa.
Es aquí donde la película
nos empapa de sangre y segmentos de cuerpo humano, porque la única solución
para combatir esa cantidad de zombies, era tomando una cortadora de pasto y
podar a quien se acercara.
Ojalá esa hubiese sido la
solución al espantoso acontecimiento, porque aún quedaba la mamá de Lionel,
quien se había convertido en un gigantesco esperpento, la que más tarde engulle
a su hijo, para terminar saliendo desde el vientre de ésta como un segundo
nacimiento.
Quien se iba
a imaginar que una especie tan particular, como el mono rata, iba a causar
semejante caos? Al menos nos queda claro que esconder zombies en el subterráneo
y darles tranquilizantes para mascotas no es de mucha ayuda.
No hay comentarios:
Publicar un comentario