miércoles, 28 de agosto de 2013

Braindead: Un baño de sangre bien administrado


 Una de las películas más sangrientas y de bajo perfil que ha habido en el mundo del cine es, sin duda, Braindead o Dead Alive. Qué manera de exponer una historia con tanto humor negro, al presentar una trama, que en vez de asustar, nos da risa. Lo digo porque, nos muestran una situación tan dramática, como la de un hombre que vive con su madre, la cual, tras una mordida de un “mono rata” en un zoológico, se convierte en zombie. Este espécimen, como cuenta la película, es traído de Sumatra, y su origen, esta en la retorcida historia de la supuesta relación que hubo alguna vez entre un ratón y un mono.

 Lionel (Timothy Balme), el hijo de la pobre señora que se enferma y se va convirtiendo paulatinamente en una muerta viviente, no haya una mejor manera de llevar el problema que ocultando a su madre, y a quienes ha contagiado, en el sótano de su casa. Porque no solo se vio afectada la madre del protagonista, sino que también una enfermera que la fue a atender a la casa, un sacerdote y unos muchachos que se enfrentaron a Lionel, mientras éste trataba de sacar a su madre del cementerio.

 Pero el filme no se centra solo en la preocupación de Lionel por su madre enferma y el resto de zombies que ha escondido en el sótano, porque también surge otro interés en él, Paquita (Diana Peñalver), vendedora de una tienda, de la cual se enamora e invita a ir al zoológico de la ciudad, donde la madre de Lionel es mordida por el “mono rata”, mientras observaba a la pareja, ya que cuidaba de sobremanera a su hijo.

 Uno podría pensar que Peter Jackson exageró al hacer esta película, por lo brutalmente explícita y grosera que puede parecer al espectador, donde las vísceras tienen vida propia, en la cual se ve a una persona fragmentándose y comiéndose a si misma, al ingerir estas partes, y otros sucesos típicos del género gore. Pero, finalmente, uno termina, de alguna forma, agradeciéndole a Jackson por cambiar nuestra perspectiva de lo que es comedia, al hacernos disfrutar de un filme grotesco y divertido a la vez. Acaso no nos entretiene ver a un hombre sacar a pasear a un “bebé” al parque, como si fuese cualquier otro niño (siendo este pequeño hijo de 2 zombies), y luchando contra él, delante de toda la gente que estaba presente en el parque, en familia, porque en cualquier momento podía morder o comerse a Lionel. Estamos hablando de un bebé, pero no un simple querubín, sino que de un monstruo, víctima de la pandemia provocada por el mencionado mono rata.

 Y como la suerte no acompañaba a Lionel, Less, un tío del desdichado muchacho, decidió hacer una fiesta en la casa de la madre de Lionel, quien, tras enterarse de lo que estaba pasando con los muertos vivientes, amenaza de revelar lo que sucedía en el sótano con los zombies, a cambio de recibir el testamento de la mamá.

 Lo catastrófico de esto sería el aumento de personas contagiadas con el virus, ya que, los tranquilizantes que le administraba Lionel a sus huéspedes, en vez de tranquilizarlos, los ponía más hiperactivos y poderosos. Fue tan así, que lograron escapar del sótano y contagiar a los invitados de la fiesta. Y de esta manera fue como se propagaron los zombies por toda la casa.

 Es aquí donde la película nos empapa de sangre y segmentos de cuerpo humano, porque la única solución para combatir esa cantidad de zombies, era tomando una cortadora de pasto y podar a quien se acercara.

 Ojalá esa hubiese sido la solución al espantoso acontecimiento, porque aún quedaba la mamá de Lionel, quien se había convertido en un gigantesco esperpento, la que más tarde engulle a su hijo, para terminar saliendo desde el vientre de ésta como un segundo nacimiento.

 Quien se iba a imaginar que una especie tan particular, como el mono rata, iba a causar semejante caos? Al menos nos queda claro que esconder zombies en el subterráneo y darles tranquilizantes para mascotas no es de mucha ayuda.

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