miércoles, 11 de enero de 2017

In a city that doesn't sleep, New York



 Hace 2 años que no iba a EEUU, y lo extrañaba muchísimo. Extrañaba los 7eleven, las ardillas, no ver perros abandonados en las calles y los buses escolares. Esta vez iba con mi papá y mi hermano, y mi papá en esta ocasión arrendó un departamento en Clinton Hill, Brooklyn. 

 Era la primera vez que ocupaba Airbnb, y resultó muy eficiente. Nos tocó una anfitriona muy amable y simpática (que además le gustaba Roberto Bolaño), o sea, se merecía el vino que le habíamos llevado, jiji. El departamento era igual al que aparecía en las fotos y descripciones de la página. Muy espacioso, antiguo pero remodelado, como la mayoría de las construcciones en Brooklyn. Amé el barrio. Tenía el metro cerca, cafes y restaurantes. También estaba rodeado de parques y un instituto. No había nada de qué quejarse, porque no nos podiamos sentir más seguros, ya que teníamos un distrito policial a una cuadra, y allá realmente la policía da miedo. Y comparándolo con mi ultima estadía en un hotel en Los Angeles, algo que fue muy cómodo como se podia esperar en el Mayfair Historic Hotel, en NYC realmente nos sentíamos unos neoyorquinos. Esa es la idea al usar Airbnb, sentirse un ciudadano y no un turista, disfrutar el viaje como debe ser.

 Las típicas entradas a los edificios con esas pequeñas escaleras como se ven en Home Alone, por ejemplo, eran aspectos en las construcciones que claramente no pasan desapercibidas para uno que no está acostumbrado a ver esa arquitectura en Chile. Y como estábamos en vísperas de Navidad y nos encontrábamos en una ciudad donde son más bien fanáticos de esa festividad, los adornos en las calles y en las casas ya estaban instalados, así que era todo un espectáculo pasar por la famosa 5ta avenida y ver las vitrinas de algunas jugueterías con verdaderas obras de teatro, como también pasar por el Rockefeller Center y apreciar su árbol, siempre rodeado de muchas personas. El primer día en la ciudad, de hecho, no pudimos pasar por el Tiffany's & Co porque tenían como cortada esa parte de la calle. Eso porque justo al lado se encontraba la Trump Tower, que siempre vimos con gente protestando al frente, mucha seguridad y los medios enfocando hacia ese edificio en todo momento. Otro día obviamente pude pasar a la joyería donde una vez la Audrey Hepburn se dispuso a tomar desayuno, pero realmente el día que llegamos era imposible hacer eso.

 Era muy probable igual encontrarse con personas en desacuerdo con el presidente electo que estuvieran con carteles con "not my president" a la salida del Trump Tower, sabiendo que el estado de Nueva York es mayoritariamente demócrata, al igual que California. Y personalmente, cuesta creer que un hombre irrespetuoso, no solo con la gente, sino con el planeta al no creer en el cambio climático ocupe un lugar tan importante como la presidencia de EEUU. Es algo que te deja muy escéptico con el futuro.

Otra parte muy encantadora de la ciudad es el Central Park, en medio de Manhattan, obviamente es un lugar que debe visitarse de día, noche, en cualquier momento, ya sea para hacer un picnic, salir a correr, andar en bote o patinar sobre hielo. Y como la gente, al igual que en Los Angeles, se preocupa de los animales y no los abandona, nunca vi ningún perro por el parque que no tuviera dueño, así que las ardillas corrían tranquilas por todos lados. Eran muy fotogénicas además <3

 Empire State Building. Edificación donde en una oportunidad un mono gigante subió hasta la punta ,  cayó, herido, y murió por culpa de la ambición de un hombre (en este momento no sé por qué estoy pensando en Jack Black) era lo que faltaba ver. Fuimos en invierno para allá, así que el frío que sentí en el piso 86 fue algo realmente insufrible, pero que valía la pena. No me tocó algo romántico, así como ver el atardecer desde ahí arriba, pero pude apreciar Manhattan de noche, con un viento si, que no me dejaba ni hablar.

Un día, íbamos caminando por Chelsea, Manhattan, y una mujer mientras patinaba nos hizo como unas señas y nos bailó. Era obvio que tenía ganas de hablarnos, así que nos pusimos a conversar. No era totalmente en inglés la conversación, porque ella (no puedo recordar su nombre) había vivido en España, así que manejaba un poco el idioma. Era férrea anti Trump y había perdido a su esposo, que era bombero, durante los ataques a las Torres Gemelas, así que ahí estaba yo, escuchándola con atención e impotencia, mientras pensaba en todas las personas que murieron ahí y que ni siquiera trabajaban en esas torres.
 En relación a la comida, un tema muy relevante para mí, era raro encontrar comida a un precio normal. $7 dólares por un hotdog en la calle? No por nada dicen que es una de las ciudades más caras del mundo, es cara pero lo justifica su encanto y su estilo fancy a pesar de las estaciones de metro con ratas y aspecto lúgubre y sucio a más no poder, porque dentro de toda esa indecencia  había belleza, si, la había. 

 Pero en Brooklyn descubrimos un local donde vendían slices de pizzas a $1 dólar, si, solo a $1 dólar cada porción y de un tamaño bastante generoso. Son varias las opciones las que uno encuentra y uno después decide al final a dónde ir a comer. Ir, por ejemplo, al Clinton Street Baking Company en East Village, Manhattan, fue una de las mejores cosas que pude hacer. Ahí pude comer los mejores pancakes de NYC, junto con un batido de mantequilla de maní, ay hueón, lo extraño, es que en Santiago no venden esas cosas, yo al menos no he visto ningún restauran que haga, y eso que sé de muchos cafes de la capital. Por Manhattan igual (creo que era Tribeca) compré también comida vagana ultra deliciosa. Recuerdo que era como un salteado de verduras con tofu y arroz integral, demasiado demasiado bueno. Los Starbucks fueron infaltables, obviamente, y otros cafes por Manhattan propios del lugar. Uno de mis lugares favoritos en la gran manzana para comer orgánico era el Fresh & Co. Hermoso.

 A parte de los lugares sobrecogedores como la salida del edificio Dakota donde mataron a John Lennon o el lugar donde se encontraban las Torres Gemelas, espacio que no imaginaba tan grande porque en las fotos no se apreciaba bien eso, estaban también los relacionados con la educación y la cultura. Entrar a la Universidad de Columbia, al museo Guggenheim, a la Biblioteca Pública de Nueva York, y sobre todo al MoMA, fue realmente una experiencia notable. Estar frente a la Noche Estrellada de Van Gogh y a las latas Campbells de Warhol te conmueve el ánimo hondamente.

 Obviamente no quería irme de Nueva York, pero extrañaba mucho a mi conejo, al Amadeus II. La hotelería donde se estaba hospedando, supongo que eran conscientes de eso, porque me enviaba fotos de mi pequeño para que supiera que estaba bien. Andaba subiéndome a un carro de metro mientras veía fotos de la mascota que me llegaban al mail. Tranquilidad suprema.

Y refiriéndome a una de las cosas más satisfactorias que pude haber hecho en Nueva York, a parte de visitar Harlem: